jueves, 16 de mayo de 2013

SOR FELIPA DE LA CRUZ




            Su verdadero nombre era Felipa de Sotomayor y Castro, hija de Alonso e Isabel, III Condes de Belalcázar.
            Nació en el castillo de Belalcázar, el día 14 de septiembre del año 1509, y pasó su infancia en un ambiente de cariño y grandeza, destacando de sobre todo la educación cristiana que recibió de sus padres, puesto que era una familia muy cristiana. Tras el fallecimiento de su madre, decidió llevar a cabo su promesa de ser monja, contándoselo a su padre, quien accedió con agrado, ya que él mismo tenía el propósito de ingresar como religioso de San Francisco, y así lo hizo tomando el nombre de Fray Alonso de la Cruz.
            Sirvió como enfermera, haciendo las labores más bajas del convento; pues así pidió ella que fuese. Muchas veces ayunaba y decía a la abadesa (madre superiora) que su ración fuese repartida a los pobres.
            Cuando le llegó la edad de ingresar en el convento, deseosa de servir a Dios y continuar en su más estricta obediencia, humildad y pobreza, hizo testamento el día 17 de agosto de 1524, por el que se regalaba todos sus bienes terrenales, destinándolos a la construcción y reparación de conventos, a sus familiares, criados y pobres de su villa natal, así como a ciertas obras de caridad.
            Le dio los votos de religiosa profesa el padre Fray Francisco de los Ángeles Quiñones, provincial de la Orden, quién pronunció unas palabras para alabar a las virtudes que había demostrado sor Felipa en su vida religiosa.
            Al cabo de unos años de servicio a Dios y a la comunidad, le vino una fatal enfermedad que le produjo la muerte cuando tan sólo tenía 22 años de edad. Cuentan los cronistas que se le rompió una vena del pecho y le produjo tal flujo de sangre que no pudieron detenerlo con medios humanos. Pidió que la confesasen, pero no pudo comulgar por culpa de la sangre que tenía por la boca. Su muerte afectó a toda la comunidad y en especial al siervo de Dios Fray Bernardino de Alcántara, provincial que asistía con algunas religiosas.
Al entierro asistieron sus hermanos los condes de Belalcázar y duques de Béjar, acompañados de religiosos, nobles y gente llana, quienes decían: ''Ha muerto la Santa Condesa Monja" (nombre con el que se le conocía en el pueblo, debido a sus grandes virtudes y ejemplar vida). 

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